Discurso de Gema Guillam贸n Amo, mantenedora del Acto de Proclamaci贸n de Capitanes y Bellezas 2015
Escrito por redacci贸n
0 comentarios 0 comentarios   imprimir  enviar a un amigo   disminuir tamaño de letra aumentar tamaño de letra  

Ilustrísimo Sr. Alcalde de la Villa de Crevillent.

Sr. Presidente de la Asociación de Fiestas de Moros y Cristianos San Fco. De Asís.

Miembros de la corporación municipal.

Festeros, amigos, crevillentinos y visitantes.

Y aprovecho también para saludar a los espectadores de nuestra televisión local, y a esos crevillentinos ausentes que nos ven desde cualquier parte del mundo, y a aquellas personas que por motivos de salud u otra circunstancia no pueden asistir en vivo a este acto. 

Disculpen esta licencia, pero es lo habitual en el medio televisivo al que me he dedicado durante tantos años, con especial emoción, en este día. 

Bien. Tras los saludos de rigor, es momento de compartir con ustedes lo que me ha tenido ocupada, gratamente, varias tardes durante este verano.

Quienes me conocen bien dicen de mí que soy una persona pragmática, que intento encontrarle el sentido útil a todo cuanto hago. Y lo cierto es que cuando acepté la enorme responsabilidad que hoy me ha traído hasta este atril, rápidamente pensé que era el escenario perfecto desde donde hacer llegar las reflexiones de una festera y crevillentina, para quién la Festa es tan grande, que probablemente estemos asistiendo tan sólo a su preludio. De hecho, aunque en este 2015 celebramos con orgullo nuestro 50 Aniversario pienso que todavía queda mucho camino por recorrer, mucho de lo que aprender y superarnos. Que no somos perfectos, pero tenemos algo a nuestro favor: somos originales y genuinos. 

Precisamente sobre esa hoja de ruta de nuestra fiesta, la Festa de Crevillent, quería hablarles esta noche. Y quería hacerlo a través de un concepto que está muy vivo entre muchos de los presentes hoy, aquí: la FELICIDAD. Una emoción tan propia de los humanos, pero a la vez tan subjetiva y única…

Decía al respecto Aristóteles que muchas de las metas que perseguimos son medios para alcanzar un fin último: la felicidad. Ésta es muy difícil de conseguir, pues siempre existen muchas tretas, tanto internas como externas que nos desvían de ella. Pero lo cierto es que todos la anhelamos, aunque cada uno la entienda desde múltiples perspectivas.

Siendo un sentimiento tan dispar en cada uno de nosotros ¿cómo es posible que este tipo de emoción en torno a la Fiesta de Moros y Cristianos nos aproxime los unos a los otros? ¿Qué tiene para que veamos lágrimas en los ojos de los cargos de la Festa en actos como el de hoy, o cuando subidos  sobre su carroza reciban el calor del público durante las entradas generales? Por qué nos emocionamos cuando, tras el encendido del alumbrado oficial de fiestas suena nuestro himno, en el Primer Tro. Podríamos mencionar también  otro tipo de felicidad, la de nuestros mayores, al recibir a la gran familia festera en el emotivo acto de la visita al Asilo La Purísima. 

O esa inmensa felicidad al contemplar el castillo de fuegos artificiales, sobre nuestro patrón, San Francisco, al término de la procesión Festera. Felicidad también, la de nuestros pequeños, al tomar las calles por un día, durante la Entrada Infantil, sintiéndose mayores mientras empuñan alfanjes y espadas. 

¡Guerra contra los Moros, con braveza e valor! ¡Guerra contra el cristiano con denuedo vigor! Hay que ver cómo me emocionan cada año estas palabras que pronuncian José Manuel Cantó y Pedro Lledó, nuestros embajadores castellano y moro respectivamente. Estoy segura de que a más de un festero o festera se le acelera el pulso en esos instantes finales de la Embajada al Ra’is, o sonríe, trabuco en mano, buscando la mirada cómplice de algún compañero en la contienda. Eso, señores, también es Felicidad.

Ahora piensen por un instante si estos sentimientos los hemos podido compartir con las generaciones que nos precedieron. ¿Serían felices los dos primeros capitanes de nuestra historia, Manuel Martínez Montoya y José Antonio Aznar Navarro? A lomos de sendos caballos, a las cinco de la tarde de aquél 3 de octubre de 1965, acompañados por dos “filaes” de moros y cristianos. Y aquellas primeras reinas y sultanas, las de finales de los sesenta y de la década de los setenta ¿qué sentirían? Pues probablemente algo similar a lo que experimentaron los cargos de cualquier otro año posterior. Por ejemplo, los de este 2015. Todos ellos, aquí sentados, presidiendo este acto protocolario que realizamos en su honor, abriéndose al respetable para compartir sus sentimientos y emociones. Miren sus caras y si se detienen unos instantes como yo a conocer más de cada uno de ellos y ellas encontrarán a unos festeros que por encima de todo son felices. 

Si ya hurgamos un poco en su personalidad descubro una sonrisa inocente en la Rosa de Bronce 2015. ESPIGÜA cuyo su mayor deseo se materializará cuando su carroza alcance la calle San Sebastián, donde  le aguardarán sus abuelos. Lejos quedarán esos momentos difíciles que te han convertido en alguien más especial, si cabe.

Las sonrisas desbordantes y contagiosas llegan de la mano de la Infanta Díaz de Vivar y el Capitán del Bando Cristiano. TAMARA, de personalidad dinámica y apasionada. Ya era la reina de su casa, como en tantas ocasiones le repetía su padre. Ahora, también lo eres en la casa del Cid. Y lo serás junto a un cómplice compañero. SERGIO, Capitán Cristiano 2015. Joven impetuoso, espontáneo, que ha ido tomando conciencia de la magnificencia de su cargo. Nacido en la víspera de San Francisco ¡no podías ser más festero! Sergio no dudo que serás, porque ya lo eres, un gran capitán.

Hay otro tipo de sonrisa, chispeante y fresca, que encuentro en la Bellea Astur y en la Masera de Honor. NATALIA, de personalidad sincera, extrovertida y bromista siente su comparsa Astur, como su familia, y ese sentimiento se lo debe a su padre, a quien le digo que tiene en su hija a una excelente Bellea. Y RAQUEL, mujer de acción, activa, y amiga de sus amigos que ya en Elda, soñaba con ser abanderada. Mira tú por dónde Raquel, también lo serás de tus Maseros, pero eso ocurrirá el próximo año, porque este serás su máxima representación. 

La sonrisa tímida aunque un tanto pícara es la de la Sultana Omeya. ENCARNI, siempre albergaste la esperanza de ser cargo de la Festa, y ha sido en la familia Omeya donde has encontrado la seguridad y el cariño necesario para vencer tus temores y erigirte como la gran sultana en la que te has convertido.

Dos sonrisas sinceras son las que me llevan a hablarles de la Gran Hurí y de la Sultana Beduinos. ALEXANDRA, mujer servicial y responsable, de gran sensibilidad y empatía. Hoy se desencadenan unos días que irrefrenablemente te elevarán a lo más alto de la Festa, compartiendo este sueño con tu abuela y tu madre. En cuanto a JOSE PILI, quizá porque ha pasado por duros trances o porque siempre ha tenido como prioridad otros asuntos, relegó a un segundo plano sus anhelos. Hasta este año ¡Carpe Diem! Ahora comienza a sentir en tu piel esa emoción que te envolvía años atrás al ver pasar a las reinas.

Sonrisa fuerte y apasionada, es la que se dibuja en el semblante de nuestra Castellana. Mujer de apariencia exuberante pero de esencia sencilla. MARIOLA, después de 23 años repites en el cargo y lo haces cumpliendo la promesa que hiciste a tu madre al nacer tu pequeña: convertirla en castellana, de estirpe. Y juntas compartiréis dulces momentos.

Con semejante historia llega la sonrisa familiar y risueña del grupo, la de nuestra Princesa Dragones. LOURDES ¡Cómo estás saboreando este reinado! Nada que ver cuando en 1995 fuiste nombrada Gran Moravita. Y lo especial de esta ocasión es, sin duda, el poder compartirlo con tu pequeña princesa y con esa preciosa familia que has formado.

Me detengo ahora en la sonrisa comprometida del Capitán del Bando Moro, VICENTE. Un compromiso con sus Viejos Tuareg pero también con su mujer, que albergaba un gran deseo: ser sultana. Ahora descubres que ha crecido en ti un sentimiento por la Festa indescriptible, sublime y maravilloso, que sólo alcanzamos a descubrir los festeros. Y tú te has convertido en uno de los grandes. Y qué decir de CLOTI, de sonrisa dulce y serena. Nuestra Sultana Tuareg deja a un lado su templanza cuando se trata de la fiesta de moros y cristianos, de la cual se enamoró nada más conocer. Suele ocurrir.

La sonrisa honesta me lleva hasta la Sultana Benimerí, trabajadora incansable por la Festa en la que hoy, pasa a hacer historia: Domi, la única mujer que por tercera vez ostenta un cargo festero. Aunque esta tiene de especial que te estrenas en el bando moro, cuya música te envuelve y te traslada hasta tu padre. No cambies porque en ti convergen muchos de los valores que todo festero debería atesorar.

Y llego finalmente a la sonrisa valiente de la Gran Moravita. Sí, valiente, porque ha superado todo cuanto se le ha puesto por delante para hacer realidad su ilusión, pero sobre todo, la de su madre. Y porque se emociona al ver el apoyo que ha recibido de su pueblo. Mª JOSÉ, contigo nos damos cuenta que la fiesta se hace madura, que atiende a las nuevas circunstancias personales y sociales, que requieren de sensibilidades mayores.

Ahora que estamos compartiendo tan profundas sensaciones, permítanme que les confiese una que me inunda en estos instantes. Y es que en cada una de las sonrisas de los protagonistas de esta noche veo reflejadas a las once mujeres maravillosas, capitaneadas por dos hombres de excepción, dos hombres de fiesta, con quienes compartí un año que guardaré para siempre en mi corazón: el 2005, cuando fui sultana Benimerí. Eso, les aseguro por experiencia propia, es Felicidad. Felicidad Festera.

Estarán de acuerdo conmigo en que todas estas emociones son muy íntimas, pero consiguen desencadenar en muchos de nosotros sentimientos muy próximos. Esto me recuerda al concepto de “Efervescencia Social” de Émile Durkhenim, al que descubrí durante mi etapa universitaria. Durkheim, uno de los padres de la Sociología, cuando acuñó hace dos siglos este término, obviamente no pensaba en la Fiesta de Moros y Cristianos. Pero si extrapolamos a ella dicho concepto, tenemos que la manifestación festera es una forma de efervescencia colectiva en la que la familia festera se manifiesta como si fuera una unidad: los individuos dejan de serlo para, arrastrados por el sentir general, celebrar su pertenencia a un grupo homogéneo, en el que transgredir los límites cotidianos está permitido. Estos momentos de efervescencia colectiva están saturados de significado y se mantienen en el tiempo gracias a ciertos símbolos y objetos. En nuestro caso distintivos de comparsas, escudos y banderines, música festera… 

Pero ¿por qué les estaba contando yo todo esto? ¡Ah sí! Porque si la fiesta tanto nos acerca, si tantos sentimientos compartimos, si hemos creado esos lazos de unión y hermandad festera como reza nuestro himno, si nos enorgullece  hablar de la existencia de la gran familia festera… ¿Por qué tengo la impresión que son insuficientes los espacios comunes donde compartir esa felicidad festera? A favor he de decir que precisamente este año vibré de emoción en un acto que congregó a más de dos mil personas (y no sólo festeros). Me refiero a la jornada de convivencia con el concurso de paellas durante el Mig Any. Y a modo de sugerencia ¿por qué no aprovechar el tirón de este evento para que acudan visitantes de otras poblaciones y vean que aquí sabemos hacer Festa, que sabemos vivirla y compartirla? Sólo es una sugerencia, aprovechando la coyuntura… Vaya en este punto la primera llamada de atención a la comunidad festera. Y no va a ser la única.

Ahora bien, ¿significa esto que únicamente sobre los festeros ha de recaer la responsabilidad de engrandecer nuestras fiestas? A la hora de responder a esta pregunta sé que las opiniones son dispares, incluso entre los festeros. Sin embargo, al tener la oportunidad de hablar con diversos miembros de las juntas directivas de las comparsas, encuentro una coincidencia: los presupuestos con los que cuentan ya van bastante ajustados y cualquier actividad extraordinaria supone un esfuerzo económico importante; tener incluso que relegar a un segundo plano ciertas actividades sin descuidar todo cuanto la fiesta requiere: música, comida, bebida y mantenimientos varios de los cuarteles y kábilas. Por ello ya les adelanto la respuesta a mi pregunta, y es que no es factible que únicamente el festero sea el que afronte un cometido de tal magnitud. Así que aquí entra otro actor imprescindible en tan ardua tarea: el del colectivo que no siente la fiesta como propia, pero que es crevillentino. Y aquí tenemos un problema.

Así que si antes he hecho un alegato de la Festa, desde la comunión que representa con todos los festeros, ahora me dirijo a un nivel sociodemográfico superior: a todo el pueblo de Crevillent. Porque estimados conciudadanos, la fiesta de Moros y Cristianos es nuestra, es de todos los crevillentinos, a pesar de que existan aquellos para los que no es más que un derroche de lo más variopinto. A ellos, entre los que se encuentra algún miembro de mi familia, de la de sangre, (de hecho soy el espécimen raro de la casa en esto del amor por la Festa)… Bien, pues a ellos especialmente me dirijo para tratar de presentarles algunos indicios que ponen de manifiesto la grandeza de nuestros Moros y Cristianos. Después, saquen ustedes sus propias conclusiones.

Para este propósito intuyo que los argumentos sentimentales no son suficiente. Vaya entonces, como ejemplo, el aludido despilfarro de recursos que en tantas ocasiones he escuchado como principal tesis en contra de nuestras celebraciones; por ello, argüiré desde el utilitarismo. Y a esos crevillentinos les digo, que el “interés común” es superior a la suma de los bienes particulares de los individuos que los componen. ¿Acaso no nos preocupa en estos tiempos difíciles el impacto económico que generan nuestras celebraciones festeras?  

Pues sepan que ya existen estudios al respecto en otras poblaciones de nuestro entorno que han concluido en la siguiente afirmación: se han constatado los efectos derivados de una actividad festiva sobre una determinada zona geográfica, en un determinado período de tiempo. Concretamente tres tipos de impactos que puedan medirse y que en nuestro caso serían los siguientes, a saber: los efectos directos, que se corresponden con el gasto que las «kábilas» y cuarteles, la Asociación de Fiestas y el Ayuntamiento realizan tanto en dotación de infraestructura como en alimentación, vestido y espectáculos; los efectos indirectos, atribuibles a la capacidad de atracción de visitantes y turistas que la Fiesta, consolidada a través de los años, genera en el municipio; y finalmente los denominados efectos inducidos, que se vinculan al leve repunte del empleo, especialmente en el sector servicios, de cara a la atención a los visitantes y los propios locales, que incrementan el gasto fuera de su circuito festero.

Bien, no sé ustedes qué piensan, pero si las razones pecuniarias  no son de suficiente peso como para atraer “al lado oscuro” a los detractores de la Festa, voy a abordar ahora esta problemática desde otra perspectiva. ¿Cómo se puede dejar de valorar positivamente la virtud de una tradición de 50 años, de lo que supone para una comunidad tener arraigo?

Miren, el desarraigo produce seres humanos rocosos, sufridos, individualistas por necesidad, desapegados por pura supervivencia. En cambio el arraigo se vincula a la cohesión social y ésta, por ende, fomenta la creación de espacios de interacción positiva. Y ella nos lleva a la cooperación y solidaridad. ¡Vaya! No sé porqué estos valores de una sociedad son los que en innumerables ocasiones he visto plasmados en mi querido Crevillent. Unidos todos por una misma causa he constatado cómo nuestro pueblo se ha volcado ante catástrofes naturales a miles de kilómetros de nosotros. O cada día veo a voluntarios de Cruz Roja, Cáritas, Protección Civil y otros tantos más, realizando labores altruistas destinadas a colectivos de todo tipo.

Señores escépticos de la Festa, si esto que también genera felicidad, es fruto del bien común, ¿cómo no apoyar a nuestros Moros y Cristianos, que aúnan en su raíz, que atesoran en su esencia, tal cantidad de virtudes?

Supongamos que ya tenemos de nuestro lado a la comunidad festera y a la crevillentina en general. Que sumarán fuerzas para engrandecer nuestra fiesta y por consiguiente, a nuestro pueblo. Ilustrísimo Sr. Alcalde, intuirá que la siguiente demanda va dirigida al consistorio y concretamente a usted por ser la máxima autoridad local y gestionar esos recursos que llegan a las arcas municipales y que son de todos. ¿Qué más puede hacer nuestro Ayuntamiento por la Festa? Sí, ya sé que estará pensando… “pero si la partida presupuestaria destinada a la asociación es de las más abultadas en el apartado de fiestas”, “pero si apoyamos las iniciativas de la asociación, como la organización del 50 Aniversario”. Pero humildemente creo que las dimensiones que están alcanzando nuestros moros y cristianos piden más. Y, por otra parte, como festera no iba a desaprovechar esta ocasión para pedírselo públicamente… 

Afortunadamente he tenido la oportunidad de visitar varias poblaciones en las que también se celebran este tipo de fiestas que rememoran la reconquista, y he podido constatar que en cada rincón se respira fiesta, entendida ésta desde múltiples manifestaciones, con sus peculiaridades, y que me han llevado a apreciar la riqueza de lo particular. Pero siempre me he encontrado con un denominador común: fiesta en la calle. Quizá por mi naturaleza crítica echo en falta una pizca más de este ingrediente en nuestro municipio. Que vengan visitantes y que encuentren un Crevillent en fiestas más allá de la algarabía que se respira en las kábilas y cuarteles, a las que en muchas ocasiones no tienen acceso; o que se promuevan distintas actividades que den cuenta de que son éstas también unas fiestas patronales esplendorosas, más allá de los desfiles y actos organizados por los festeros. Sr. Alcalde, igual le parecerá pueril o romántico este argumentario pero discúlpeme… el sesgo festero ha nublado mi habitual objetividad profesional. ¿O quizá no? Porque repasando la historia  de la Festa encontramos que en su origen, todos los agentes implicados estuvieron interconectados. ¿O acaso no recuerdan que Jerónimo Maciá, en el año 1965, era teniente de alcalde de la villa de Crevillent y se convirtió en el primer presidente de nuestra Asociación de Fiestas? Él creyó en aquél sueño, que supondría una explosión de júbilo para este pueblo laborioso, sentando unos sólidos cimientos: rigor histórico para dar nombre a cada una de nuestras comparsas y circunscribirlas a seis por cada bando. Todo un acierto sin duda. Y así se obró el milagro: ese misterioso paso de la nada al ser.

En el año 1976 llegó Luis Serna para convertirse en presidente de la entidad festera, y de paso, Ra’is de Crevillent durante más de dos décadas. A él le debemos la adquisición de la primera casa de los festeros y con él fueron afianzándose los esplendorosos actos de Proclamación de Capitanes y Bellezas en un escenario que hoy añoramos los crevillentinos: nuestro Teatro Chapí. Aquello fue realmente el germen de lo que esta noche está sucediendo. Y a pesar de la transición política en la que transcurrió la primera parte de su mandato, logró que la fiesta no estuviese politizada, y que todos, sin distinción de colores, debían de apostar por ella.

Y con unos sólidos cimientos llegó en 1993 Enrique Manchón. Fíjense si existía buen entendimiento entre autoridades municipales y festeras que el hito más destacado de nuestro tercer presidente fue levantar el Casal Festero en lo que iban a ser unas instalaciones municipales. Gracias por crear nuestro punto de encuentro y reunión hoy, un hogar que alberga nuestra historia en forma de archivo. Un lugar que muestra la evolución de los distintos trajes festeros en su museo, y en cuyas paredes también encontramos la historia viva de la fiesta, a través de sus Asociados de Honor.

Con la llegada del nuevo milenio recogió el testigo otro gran festero que hasta hoy se ha mantenido en el cargo: Jose Ángel Asencio. Nuestro presidente más protocolario, y también el más artista. Con su tenacidad y el equipo de trabajo del que se ha rodeado consiguió para nuestra Festa la Declaración de Interés Turístico Nacional, y ahora centra gran parte de sus esfuerzos en conseguir la distinción Internacional. Querido amigo, creo sinceramente que sería un colofón magnífico antes de tu retirada. Esto último lo digo no porque yo lo desee, sino por la rumorología festera: se dice, se comenta, que para las próximas elecciones no serás el cabeza de lista. ¡Si hasta ya despunta algún nombre para la sucesión! Pero esto son sólo rumores.

El tándem de autoridades municipales y festeras, como ven, siempre ha ido de la mano. Y las demandas de los segundos han ido “in crescendo” conforme la Festa así lo requería. Puede que ahora estemos asistiendo a ese punto.

Por cierto, estos cuatro nombres propios de los que he hablado, los cuatro presidentes de nuestra Asociación, han sido el claro ejemplo de amor a la fiesta de Moros y Cristianos. De la inmensa felicidad que recibes al trabajar por ella; verla como crece y florece cada año. Y a pesar de los desvelos, de los problemas de última hora, de las decisiones difíciles que se han de adoptar en los momentos complicados mientras el resto de festeros estamos a los nuestro, que es la fiesta, ellos trabajan infatigablemente. Pasionales, pero resolutivos. Ellos representan esa clase de hombres y mujeres que a lo largo de estos 50 años han asumido el reto de dirigir una comparsa. A todos ellos, y a sus juntas directivas, mil gracias. Y permítanme aquí felicitar especialmente al presidente de mis Benimerins que por él sé de primera mano eso de los desvelos, aunque también me ha enseñado que esta responsabilidad conlleva muchos otros momentos dulces, de ilusión y orgullo, de enorme felicidad por representarlos. ¡Gracias Colahuet!

Les he hablado de la importancia de las raíces en la Festa, de cómo somos felices en torno a ella. Pero ¿cómo vemos nuestro futuro? En mi caso tienen nombre propio. Son Martín y Celia. Desde que llegaron a mi vida no concibo unas fiestas sin ellos. Pero es que estos pequeños festeros “de cuna” tienen un recuerdo constante hacia su comparsa. De un lugar, vinculado a un inmueble, que lo consideran algo propio, familiar y cercano. Que cada vez que pasamos por la puerta, y ya les digo que son de tres a cuatro veces por semana,  llegan las preguntas típicas: ¿mami, cuándo abren la comparsa? ¿Después de las vacaciones? ¿Y estarán mis amiguitos: Manuel, Víctor, Emma, África, Vero, Judith, Antonio Javier? 

Yo no sé a ustedes qué les parece, pero situaciones tan cotidianas como esta anécdota son un claro indicador de que las bases son sólidas, y las estamos estableciendo con nuestros hijos. Somos festeros, hemos interiorizado ese rol social, como uno más. Entonces, si irreversiblemente las fiestas de moros y cristianos necesitan de la continuidad con una serie de parámetros que inyectamos a las nuevas generaciones; si desde la Asociación se ha dado relevancia al desfile infantil, después Principi de Festa y ahora Entrada Infantil; si nos enorgullece bautizar a nuestros hijos vestidos de festeros y ante San Francisco ¿por qué seguimos dejando un vacío en torno a la figura de los cargos infantiles? ¿O debería decir “no cargos”? Mi razón no alcanza a entender cómo se puede negar a una niña la posibilidad de ser sultana infantil, con el único argumento de que “en esta comparsa, siempre ha sido así”. Para unos, tal respuesta es fruto del respeto a la tradición; otros valoramos este hecho como una muestra del anquilosamiento social. 

Los propios padres fundadores de la Festa fueron transgresores, comenzaron a dar forma a nuestras celebraciones sin tener bagaje festero. Y aunque bebieron de las fuentes ibenses y alcoyanas adoptaron decisiones que con el tiempo, han desembocado en lo que hoy somos. Por ejemplo, la relevancia de la mujer en nuestra Festa. ¡Sacrilegio para los alcoyanos! Hasta este año ¡qué curioso! Resulta que no íbamos tan mal encaminados… 

Por cierto, me resisto a pasar de puntillas por el tema de la participación de la mujer en nuestras fiestas de moros y cristianos. ¿Se han detenido a pensar por qué la edad media de las festeras que participan en las Entradas es sensiblemente inferior a la de los hombres? Yo sí, y no hace falta hacer análisis sociológicos de gran complejidad para, con una simple observación, constatar que en nuestras entradas generales, mientras los hombres desfilan hasta que les apetece, por no decir hasta la “hora suprema”, las mujeres van abandonando las escuadras (especialmente las del bando moro) por los achaques propios de la edad, de modo que dejan de representar el rol que nuestra Festa les ha concedido. Un papel del que aquí, en Crevillent, nos enorgullecemos. Quizá somos las propias mujeres quienes deberíamos preguntarnos qué hacer para mantenernos “en activo”. Quizá empieza a llegar el momento de ir algo más allá en la transgresión para que la mujer pueda tener una presencia distinta en la fiesta. Otro debate que se abrirá en un horizonte no demasiado lejano, a buen seguro.

Pero volviendo al futuro de la Festa, al de las generaciones venideras, supongo que muchos padres han vivido o viven situaciones similares a lo que aquí les he descrito. Este aspecto de la Festa también nos une. Y es que ese arraigo y sentimiento de pertenencia que transmitimos a nuestros hijos permite que el engranaje festero siga funcionando. Nuestra generación moldea a los futuros festeros y en consecuencia, inconscientemente, nos encontramos modelando la fiesta que queremos. Y en el horizonte yo veo una Festa integradora, participativa, alegre, sentida, altruista… Una fiesta en la que el respeto también tiene cabida porque así es el carácter de nuestro pueblo. No en vano elegimos, o quizá la divina providencia hizo que él, San Francisco, nos eligiera, trasladando su mensaje de “Paz y bien”. Y por si no quedaran claros los valores de Crevillent contemplamos unas embajadas que culminan en un pacto de convivencia entre moros y cristianos. Por todo ello yo veo, en el horizonte, una Festa Crevillentina.

Quisiera concluir este discurso disculpando mi osadía en determinadas demandas que hoy aquí he realizado. Pero ya les advertí de mi pragmatismo y de esta vertiente crítica que me ha venido acompañando desde las primeras clases de sociología en la facultad, pasando por la orientación a mis alumnos de filosofía sobre cómo desarrollar el pensamiento libre (o al menos eso intenté) y sin olvidar el desempeño diario de una profesión, el periodismo, que requiere de claridad, precisión y brevedad. 

Y ahora sí. ¡Que el tiempo se detenga! Dejémonos llevar por la efervescencia festera; olvidémonos de los problemas cotidianos, y pregonemos juntos:

Visca la Festa de Moros y Cristians!

Visca San Francesc!

Visca Crevillent!

Llarga vida a la Festa de Crevillent!

  imprimir   mostrar en pdf mostrar en pdf   enviar a un amigo enviar a un amigo   0 votos  
favoritos  facebook  twitter  del.icio.us  digg it!  meneame
Comentarios (0)enviar comentario enviar comentario